Llegando a vivir a Europa, los primeros años del 2000 tuve la oportunidad de hacer 3 viajes seguidos, en un año, a Francia, específicamente a Paris.
Y si, me encontré el olor a Senne, a vino, a amor cursi, a parejas de películas, a rincones existenciales y famosos pero también me sumergí en el Metro, descubriendo en el un hilo conductor latente de la gran capital francesa.
“Metro, buró, dodó” (“metro, trabajo y dormir”), así denominan de alguna manera su cotidiano los habitantes de París, donde el ritmo y el día se pasa dentro del metro atravesando grandes distancias para cumplir con sus obligaciones. Paris desde fuera es poesía, desde dentro una capital caótica como muchas de la actualidad, desde ahí quise poner mi mirada.